sábado, 6 de diciembre de 2014

CAFE Y CALOR DESDE HACE 6 AÑOS

Cáritas sigue adelante en su batalla contra el sinhogarismo. Al albergue municipal de transeúntes, que gestiona desde hace décadas, se sumó más recientemente el programa ‘Café y calor’, consistente  en que un grupo de personas voluntarias peinaran un par de noches la ciudad buscando gente que durmiera al raso para ofrecerle un tentempié y un rato de charla y calor humano, y, desde hace cuatro años, la Unidad de Mínima Exigencia (UME), abierta en sus instalaciones por el Ayuntamiento a raíz de la desgraciada muerte en la calle de dos transeúntes. La UME es, como su propio nombre indica, mucho menos restrictiva que el albergue y trabaja, sobre todo, con personas que han cronificado su situación en la calle y que son bien conocidas por la ONG de la Iglesia Católica.Esta unidad ha ido modificando su funcionamiento en todo este tiempo y ahora dispone de un protocolo de actuación reglamentado que involucra a todos los agentes de los servicios sociales de la ciudad. Así, si los voluntarios encuentran una persona susceptible de pasar allí la noche, se avisa al 112, se da noticia de una emergencia social y con la Policía Local y el trabajador social de guardia se procede al traslado. «Se decidió así para mayor seguridad de las personas voluntarias, que antes llevaban a los sintecho en sus propios coches, y también para que haya constancia de cada una de las realidades que se encuentran en la ciudad», explica David Alonso, trabajador social de Cáritas y responsable de su Programa de Personas sin Hogar, que relató que la gente que está en la calle es ahora más joven que hace cinco años, hay más españoles y en un alto porcentaje tienen trastornos mentales.Alonso añadió que este año se ha decidido incrementar las ocasiones en las que se desarrolla la acción de voluntariado ‘Café y calor’ sumándole a las dos noches en las que se pasea la ciudad, una mañana: «Por la noche solo hay tiempo para charlar un rato, ofrecer un café y dar compañía porque no en pocas ocasiones están dormidos o incluso bajo los efectos de alguna sustancia pero por las mañanas aumentan las posibilidades de trabajar más a fondo e iniciar una intervención con ellas».Es el caso de los dos hombres que aparecen en estas páginas, cuyo encuentro con los voluntarios Conrado Navarro y José María Antón no fue casual. Éstos saben donde pernoctan y cuál es su situación e incluso en la UMEestán esperándoles si ellos desean pasar allí la noche y en sus casos no sería necesario activar el protocolo, precisamente porque se lleva trabajando de forma exhaustiva y mucho tiempo con ellos, concretamente 2 años con Paulo y 3 con Julio.En el primer caso, declinó la invitación «porque si quiero levantarme a las dos de la mañana a fumar un cigarrillo no puedo». En cambio Julio aceptó a la primera: estaba aterido sobre el suelo de un cajero de Martínez Zatorre. Cuando despertó y vio a Conrado y a José María sonrió de oreja a oreja. Se tomó un café solo, preguntó por Eva, otra voluntaria que suele visitarle, y se incorporó rumbo a la UME.